Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 12 de febrero de 2023

Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 12 de febrero de 2023

febrero 12, 2023 Desactivado Por Redacción

La ley de Cristo es exigente y radical
VI Domingo Ordinario / 12 de febrero de 2023
Mons. Enrique Díaz Díaz, Obispo de Irapuato

¡Qué conflictos y fuertes discusiones se han suscitado por querer adaptar las leyes al propio arbitrio! ¿Qué pensará Jesús de nuestra forma de vivir y de actuar en relación con la ley? ¿Cristo quiere abolir la ley? No, Cristo quiere encontrar el verdadero sentido de la ley y darle su justo valor.

No propone la ley por la ley, busca el interior de hombre y su relación con Dios y con sus hermanos, con la naturaleza, para descubrir el gran valor que tiene esa ley. La ley está basada en una “verdadera justicia”, si no, pierde su sentido.

Las leyes que en un principio fueron establecidas para protección de los más débiles, para el cuidado de los pequeños, de pronto se fueron tornando en una carga insoportable y pretexto para mayor sumisión y esclavitud. Así la ley en lugar de dar dignidad a la persona, la esclaviza.

Cristo propone la verdadera libertad del corazón y no un libertinaje que justifique las acciones más irracionales al amparo de la ley. ¿Hasta dónde seremos capaces de llegar? Hay quienes proponen la pena de muerte o castigos más severos como solución, pero mientras no nos descubramos como hermanos y como hijos de Dios, mientras el dinero o el poder sean el único parámetro de la ley, se seguirá despreciando la vida de los pequeños y se seguirán cegando impunemente vidas inocentes.

Cristo va más allá y nos pide, no sólo el respeto a la vida, sino también a la dignidad de la persona, no podemos vivir en el odio, en el insulto y la descalificación. Cuando odiamos, nosotros mismos estamos perdiendo la esencia misma de nuestra identidad.

Propuesta de radicalidad y exigencia

Frente a un mundo de desenfreno habla Cristo de la sexualidad y del divorcio. No se puede mirar al otro o la otra sólo como objeto de placer. Mientras las relaciones no estén fundadas en la aceptación del otro, con toda su dignidad y con todos sus derechos, las relaciones serán solamente superficiales, se utilizará a las personas y se llegará a los extremos de los abusos, la trata de personas o la esclavitud sexual.

Cristo nos propone la verdadera exigencia del amor que nace en las personas que realmente se aman. Nuestra sociedad necesita hombres y mujeres que sepan vivir, testimoniar y defender el proyecto del amor indisoluble.

Personas que vayan más allá de la búsqueda del placer irresponsable, jóvenes que se arriesguen a vivir la plenitud de un amor fiel, responsable y comprometido.

Frente a un mundo de mentira, Cristo nos habla del valor de la palabra. Si en aquellos tiempos la palabra necesitaba ser reforzada con juramentos, ahora necesita documentos y papeles que la hagan creíble.

Pero ni así: encontramos acomodaciones, subterfugios, letras chiquitas o pactos no cumplidos. La mentira y la corrupción invaden las relaciones. Y Cristo nos exige que le demos su verdadero valor a la palabra. Él que es la palabra hecha carne, la Palabra hecha relación, nos pide que nosotros seamos coherentes con lo que hablamos.

No habrá leyes que puedan superar las mentiras cuando se han adueñado del corazón. Necesita el hombre descubrir su relación íntima con la verdad y defenderla siempre y en todas partes para ser fiel a su propia vocación.

En resumen, hoy Cristo nos llama a que miremos nuestro corazón: no puede un corazón dividido por el odio, por la mentira, por el placer, presentarse dignamente ante Dios. Está falseando la relación porque no ofrece toda su persona.

Quizás estemos creando un mundo ficticio con leyes acomodadas a nuestros caprichos y no concorde con la voluntad de Dios y con el respeto a la persona. Quizás hemos dejado en el olvido leyes fundamentales. ¿Qué queda hoy en nuestro corazón? Sigamos meditando las palabras de Jesús: “Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el reino de los
cielos”.