Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 26 de febrero de 2023
febrero 26, 2023Las fidelidades de Jesús, nuestro ejemplo
La primera lectura de este día nos enseña que el mal proviene del fuerte desequilibrio que brota cuando el hombre se olvida de su ser de hombre y quiere ser más. Nos ha contado el Génesis que Dios ha hecho todas las cosas para gozo del hombre, que puede disfrutar de todas… menos de un árbol.
El hombre se fija más en lo que no puede que en lo que puede. No se conforma con ser creatura, pretende ser Dios. Las palabras de la serpiente llevan todo el veneno de la tentación y tratan de confundir: “Les ha prohibido comer de todos los árboles”. No les dice la grandeza de la vida que les ha dado, no les descubre el gran don de cuidar la misma creación del Señor… Siembra en su corazón la ambición. Salirse de su ser de hombre y buscar más allá.
El hombre ha sido puesto en el jardín para gozar y ser feliz. La frontera o límite, es decir la prohibición, no se opone al gozo, sino que lo cuida y tutela, la encauza en la justa dirección. El hombre no fue puesto para sufrir, como algunos nos quisieran decir, sino para su felicidad.
El mundo creado por Dios es bueno y contiene todo aquello que puede satisfacer nuestros deseos… Pero el hombre quiere más, ambiciona ir más allá y salirse por sus propios caminos y, como el pez cuando se sale del agua, cuando el hombre sale de su elemento, pierde su sentido y se descubre desnudo, vacío y sin valor.
La tentación del Génesis es paradigma de toda tentación y lo descubrimos fácilmente en las tentaciones que el diablo le pone a Jesús.
El límite impuesto por Dios es en vista de una plenitud. El diablo invita a violar esas fronteras, a superar los confines, para mortificarlo y reducirle sus espacios, sofocarlo y hacerlo prisionero. La ambición de todos los reinos que le propone a Jesús, la riqueza que aprisiona y sofoca al hombre de nuestros días, no dan libertad, sino que amarran el corazón y lo hacen esclavo.
Por dinero y poder se mata y se miente, se reniega de los propios hermanos, se desconoce la dignidad de la persona. Así, el dinero no se posee, sino que se adueña del corazón. La violencia desatada en nuestros días tiene sus raíces en esta misma tentación de ambición de dinero y de poder.
El diablo se disfraza
Seamos conscientes de que estamos todos sujetos a la tentación que, astuta y peligrosa, se nos mete por todos lados. Maligna, se disfraza de bondad y nos aleja de Dios. Sería muy peligroso olvidar la propia fragilidad. El demonio se hace presente donde parecería que todo está bien y contamina los ambientes más sinceros. Cada vez que pretendemos buscar a Dios, se hace presente el adversario con sus tentaciones.
La única forma de vencerlo es como nos lo enseña Cristo hoy en el Evangelio: reconocerse amado por Dios y escuchar su palabra. Más que dejarse tentar por el demonio y sus grandes aliados (placer, poder y tener), debemos dejarnos tentar por el amor de Dios, dejarnos seducir por sus planes de verdadera felicidad.
Podemos este día contemplar a Jesús tentado, probado, carente de ventajas, pero con una seguridad grande en el amor de Dios su Padre. Sigamos su ejemplo de radicalidad y prontitud. No hay en Él, como a veces lo hay en nosotros, ni ambigüedades ni complacencias. Encuentra en la Palabra de Dios respuesta fiel y sincera, no la acomoda a los propios intereses como le propone el demonio.
Aprendamos de Jesús que es más importante seguir los caminos de Dios, que la tentación de hacer nuestros propios caminos. Los caminos de Dios no llevan al fracaso, sino al triunfo, a la realización y a la verdadera felicidad. Hablando de demonios es mucho más importante y poderoso el amor de Dios.
Es el primer domingo de Cuaresma y se nos invita a descubrir la verdadera dignidad y vocación del hombre. Examinémonos si no estamos cayendo en la tentación: ¿Cuáles son las principales tentaciones en las que estoy cayendo? ¿Cómo las estoy afrontando? ¿Es Jesús mi guía, mi fortaleza y mi modelo para salir adelante? ¿Qué intereses están ocupando mi corazón? Hoy necesitamos recordar que en Dios y en su amor se encuentra el verdadero sentido de toda persona.