Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 25 de junio de 2023

Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 25 de junio de 2023

junio 25, 2023 Desactivado Por Redacción

Jeremías fue un profeta que sufrió persecuciones, que se sintió abandonado, que todos atacaban por su mensaje. Son célebres sus reclamos al Señor a quien acusa de seducirlo para proclamar su mensaje.

Sin embargo, en el pasaje que hoy leemos se encuentran palabras de esperanza y seguridad en la fuerza del Señor a pesar de los cuchicheos y de las amenazas. Su confianza está en el Señor: “El Señor, guerrero poderoso, está a mi lado”.
La invitación a no tener miedo la repite Jesús varias veces porque sabe de los problemas y dificultades tanto de aquellos tiempos como de la actualidad.

Sus enseñanzas pretenden infundir fortaleza y valor ante el rechazo o la persecución.

Los juicios humanos no son definitivos
Cada vez que invita a no temer, se mencionan los motivos por los cuales los testigos del Evangelio no deben tener miedo.

Así, cada una de las expresiones, “No tengan miedo”, va seguida de una nueva razón. En primer lugar, el Evangelio posee una fuerza imparable y el mensaje que Jesús ha encargado terminará por hacerse público.

En segundo lugar, se sitúa a los discípulos ante el juicio final para hacerles comprender que los chismes, las habladurías y los juicios de los hombres no son definitivos, sino solamente el juicio de Dios. No dependen de la estima que tengan los hombres por ellos, sino de su real fidelidad al amor y a la Palabra de Dios.

Por último, se establece la mayor seguridad: estamos en manos Dios, Padre providente, cuya solicitud llega a vencer extremos insospechados. El Evangelio, la verdad y el amor de Dios-Padre, son las razones que Jesús ofrece para seguridad de sus discípulos.

Actualmente se han endurecido las leyes, se ponen nuevos castigos, pero, ¿mejora nuestra confianza? ¿Nosotros en qué basamos nuestra seguridad? Construimos fortalezas, ponemos nuevas cerraduras, doble candado y alarma; y terminamos prisioneros de nosotros mismos y con el enemigo dentro de nuestros hogares.

Tememos a los que matan el cuerpo y hospedamos a los que matan el alma. Crece entre nosotros el miedo social, la sospecha de todo, la inseguridad y la necesidad de defenderse y de buscar cada uno la protección de su casa, su familia y hasta de la propia vida.

Pero muchas veces descuidamos lo esencial. Llevamos a nuestros hogares la envidia y el orgullo, la valoración superficial de la persona, se utiliza la mentira, se engaña y se prostituye… Tememos a los que matan el cuerpo, pero ofrecemos espacio y bienvenida a los que matan el alma.

El miedo hace imposible la construcción de una sociedad más humana, el miedo destruye la libertad, el miedo ata y empobrece.

Cristo sabe vivir en el conflicto, no pierde la paz. Es muy consciente de los peligros que afrontarán sus discípulos, y por eso quiere que finquen su seguridad en la Buena Nueva que se anuncia, en la verdad que se proclama y en el amor en que confiamos.

La actitud de Jesús cuestiona nuestra vida y nuestros valores, sobre todo por lo que hacemos todos los días y en especial en el nivel educativo. No estamos educando en los verdaderos valores, en el servicio y en amor. Desde la infancia se adquieren miedos y complejos, ansias y anhelos que no son los que propone Cristo.

Queremos quitar enfermedades con remedios externos, pero no vamos al interior de la persona. Cuando un corazón está vacío ¿cómo podremos convencerlo que luche por grandes ideales? Cuando se ha aprendido a depender en todo momento de las cosas materiales ¿cómo pedir que se entusiasmen por el proyecto de Jesús que nos pide amar a todos? Cuando lo que importa es el qué dirán ¿cómo construir un corazón sincero y recto?

La fama, el dinero, el placer son los criterios que van aprendiendo los niños en casa.

En silencio nos acercamos a Jesús, dialogamos con Él, le platicamos cuáles son nuestros miedos, cuáles son nuestras seguridades, y con Él descubrimos si estamos dando más importancia a los que matan el cuerpo o a los que matan el alma, si hemos entrado en la espiral de la violencia.

¿Qué pensamos cuando Cristo nos dice que no tengamos miedo y nos ofrece como seguridad los brazos amorosos de un Padre providente?

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