Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 11 de junio de 2023
junio 11, 2023El Papa Francisco recoge esta escena y la plasma en su lema episcopal: “miserando atque eligendo vidit” en una aplicación que del texto hace San Beda el Venerable, que podríamos traducir: “Viéndolo con misericordia lo eligió”. Y en muchas ocasiones hace alusión a su propia vida como un elegido por la misericordia de Dios que contempla toda su realidad de pequeñez y pecado. Y así nos invita también el Papa a vivir esta experiencia de misericordia y de llamado y esta participación en “la mesa de los pecadores”.
San Mateo 9, 9-13: “Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”
El Papa Francisco recoge esta escena y la plasma en su lema episcopal: “miserando atque eligendo vidit” en una aplicación que del texto hace San Beda el Venerable, que podríamos traducir: “Viéndolo con misericordia lo eligió”. Y en muchas ocasiones hace alusión a su propia vida como un elegido por la misericordia de Dios que contempla toda su realidad de pequeñez y pecado. Y así nos invita también el Papa a vivir esta experiencia de misericordia y de llamado y esta participación en “la mesa de los pecadores”.
En casa de Mateo, “muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos”. Se ha creado una sola mesa donde no hay distinciones, donde no hay divisiones, sino una mesa que es signo del reino anunciado por Jesús, fundado en la misericordia y en la fraternidad. Para los fariseos es motivo de escándalo.
Ellos evitan todo contacto con quien pueda contaminarlos, con los impuros, con los pecadores y los publicanos. Quien se siente perfecto y santificado, rechaza y se aísla de sus hermanos, despreciándolos e ignorándolos. Por desgracia entre nosotros encontramos con frecuencia estas actitudes.
La narración del llamado de Mateo tiene unos rasgos especiales: es el mismo Mateo quien nos la proporciona y es él mismo quien se califica como un pecador y publicano. Un cobrador de impuestos era mal visto por el pueblo judío, como un traidor a la patria.
Los impuestos iban a parar a las arcas del imperio romano; los frutos de la tierra prometida lejos de alimentar al pueblo escogido, sostenían a un imperio pagano y opresor. Mateo estaba al servicio de este imperio y daba la espalda al sufrido pueblo judío. No es difícil imaginar entonces, el desprecio y repudio que manifiestan los fariseos cuando Jesús lo llama y propicia una comida con Mateo y sus amigos. Jesús rechaza esta discriminación y marginación de los pecadores.
Él, que es verdaderamente el Santo, se sienta a la mesa con ellos, convive con ellos, ciertamente no para participar de sus injusticias o sus pecados, sino para invitarlos a seguirlo y construir su reino. Esto no lo entienden los fariseos quienes se daban baños de santidad y pretendían cuidar la pureza de la ley y las costumbres.
¡Levántate! ¡Libérate!
“No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos” ¡Qué lejos estaban los fariseos de imaginar la misión de Jesús! Esperaban un mesías triunfador, poderoso, santo a su estilo, juez, y aparece Jesús compartiendo, invitando y departiendo con los pecadores. La práctica de Jesús tiene mucho de provocación para los de conciencia tranquila de todos los tiempos: llama a aquellos que por su condición deberían permanecer desplazados.
Y no lo hace de manera oculta, sino que come con ellos y con sus amigos. La acogida a pecadores, enfermos y descreídos manifiesta la real universalidad del ofrecimiento de salvación, de la que es portador, y del amor de Dios al expresar su preferencia por los humanamente indignos y despreciados.
“Yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos” (Os 6,6). El término hebreo, “Hesed”, traducido por amor, indica el amor misericordioso, fiel y gratuito que Dios tiene por su pueblo, y que el pueblo debe vivir como respuesta a la alianza. Completamente opuesto a sacrificios vacíos contra los cuales habla el profeta Oseas.
La religión basada sólo en el rito, sólo en la ley y no en la experiencia de Dios, es considerada infecunda, como una nube que no trae lluvia, pasajera como el rocío de la mañana. Las mismas palabras retoma Jesús para expresar lo profundo de su misión. Y añade: “Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. La primera condición para acercarse a Él; es reconocerse pecador y necesitado.
¿Cómo estamos viviendo en nuestra persona este rasgo misericordioso de Jesús? ¿Cómo abrimos nuestra mesa y nuestro corazón a los que son diferentes? ¿Qué estamos haciendo para atraer a la mesa del reino a quienes se sienten alejados? ¿Es nuestra actitud parecida a la de Jesús, o a la de los fariseos?