A 50 años de la inundación de 1973, una tragedia que cambió a Irapuato para siempre…

A 50 años de la inundación de 1973, una tragedia que cambió a Irapuato para siempre…

agosto 18, 2023 Desactivado Por Opinión Bajío

José Juan Ramírez

Irapuato, Gto. (Opinión Bajío).- La naturaleza a veces se suma con la negligencia humana, para generar tragedias que marcan a toda una generación. Y las cicatrices y el dolor siempre permanecen vivos, como si el tiempo no pasara.

El 18 de agosto de 1973 fue una de esas fechas, al menos para Irapuato. La Historia ha quedado marcada con un antes y un después. La ciudad era una antes de ese día y ha sido otra luego del desastre.

La presa del Conejo, quedó marcada como símbolo de desgracia y hasta la fecha, paga muy alto dicha factura, al grado que se ha impedido que se convierta en un espejo de agua que permita la recarga de los mantos freáticos de la ciudad, tan desgastados tras años de extracción del vital líquido.

En ese ya lejano 1973 (50 años… ¡como pasa el tiempo!) las lluvias fueron extremadamente copiosas. Se dijo en su momento que llovió más ese año que toda la década anterior. Poco a poco, presas que se ubican en el vecino municipio de Romita -La Gavia, la Llave y La Sandía- se fueron llenando hasta rebasar su capacidad.

Millones de metros cúbicos de agua comenzaron a formar tentáculos que se estiraban para truncar vidas… sólo la pequeña Presa del Conejo se atravesaba en su camino… y no aguantó…

Esto fue sólo un ingrediente. Autoridades de entonces, mostraron una ineptitud que rayaba en lo criminal. Incluso, ese mismo día, hubo notas informativas en medios locales donde se decía que los riesgos eran mínimos.

Tláloc no tuvo piedad y cobró caros dichos errores. El caudal destrozó la cortina de la presa e hizo inútiles los esfuerzos de valerosos soldados del Ejército Mexicano que intentaron -en vano- crear una salida controlada del agua. Y esos tentáculos de agua que venían desde La Gavia, La Llave y La Sandía, tuvieron a su alcance una población inerme.

Poco después del mediodía día (era sábado) comenzaron las alertas por radio de que venía la inundación. El monstruo de agua recorrió los 8 kilómetros que había desde la Presa del Conejo hasta Irapuato y su mancha urbana, tomó camino por lo que ahora es boulevard Arandas, rebasó las vías del ferrocarril a Guadalajara -donde está el puente Visión XXI y la Coca Cola- se comenzó a extenderse, regando muerte, desesperación, dolor, miedo…

Visiones terribles de gente siendo arrastrada, animales en el agua, incluso una cisterna d una gasolinera, ataúdes…

Nunca ha habido una cifra oficial de muertes. Temas como los cuerpos recuperados del estacionamiento de la Tienda Blanco -ahora Plaza Magna- que han sido negados por muchos,  han sido confirmados por fuentes confiables. Personas que el agua arrastró, otros que se fueron por alcantarillas abiertas en medio de la desesperación. Muchos ya no volvieron a ser vistos. Ni siquiera hay una tumba, pero su recuerdo perduró en sus familias, con un dolor solo desaparecerá hasta que el último de los sobrevivientes de ésta tragedia se vaya de la faz de ésta tierra…

La gente se salvó como pudo. Subirse a postes, a casas de dos pisos, a donde se lograran amarrar. Y en la noche, oscura, sin electricidad, volvió a llover. Un ambiente espeluznante creció cuando en medio de la oscuridad, se escuchaban los tronidos de las casas de adobe -sobre todo en barrios antiguos, como La Salud, La Piedra Lisa, San Miguel, San Cayetano- cedían ante la humedad. Llantos y gritos de quienes estaban arriba… y luego, el silencio sepulcral acompañado del sonido de una lluvia pertinaz…

El Historiador del Museo de la Ciudad, Martín Martínez Hidalgo, comentó -hace algunos años- a quien esto escribe, que la inundación del 18 de agosto de 1973 fue un antes y un después: “cambió un pueblo de adobe a una ciudad de cemento y ladrillos. Dolorosamente, pero Irapuato ya no fue el mismo”.

50 años después de la peor tragedia, persiste la duda si Irapuato está preparado para enfrentar una situación similar. Si la misma sociedad pudiera responder ante una desgracia de éste calibre. Muchos de quienes vivieron ésta tragedia ya no están con nosotros… algunos han envejecido, pero sigue en su memoria el recuerdo de aquel sábado 18 de agosto de 1973… una fecha que como irapuatenses no podemos -ni debemos- olvidar, porque nos recuerda nuestra fragilidad como seres humanos ante las fuerzas de la naturaleza… y que se debe evitar a toda costa, la soberbia o la negligencia nublen el sentido común…  

FOTOS: CRÉDITO A SUS AUTORES (VERDADEROS HÉROES POR PRESERVAR MOMENTOS TAN IMPORTANTES)