«Por Acapulco ¿aprenderemos, al fin, qué es la virtud de la solidaridad?», la columna de Juan Miguel Alcántara Soria
noviembre 5, 2023La actualidad y el futuro inmediato de Acapulco, y de la costa guerrerense, es reto de todas y todos. Ser solidario es vivencia y aprendizaje común de las personas, que adquirimos desde que nacemos, en casa. Inter-dependemos toda la vida, para bien y para mal.
Para alimentarnos, vestirnos, educarnos, medicarnos, enterrarnos o incinerarnos. Para apoyarnos y para colaborar con otros. En todo el despliegue de nuestra personalidad social están los otros.
Sin embargo, con frecuencia, los mexicanos sí somos muy solidarios con los de casa, la familia y los amigos, pero no con quienes interactuamos en círculos más amplios. Nos pueden ser indiferentes los vecinos, la suerte de habitantes de la ciudad o del país.
La interdependencia la vivimos, la experimentamos, en un primer momento, como dato sociológico, verificable. Y, en un segundo momento, como dato ético: debemos inter-depender para el bien común, que es aquel aspecto del bien particular que solo en común se desea y sólo en común se alcanza. Éste es el principio de solidaridad, principio del ser y del deber ser moral y jurídico.
La realidad de Acapulco hoy es el dolor, en buena parte evitable. No sólo el que causó la naturaleza, sino el dolor que están causando, de inicio, los tres órdenes de gobierno, por ineptitud y perversión. No lo incrementemos con nuestra ausencia o indiferencia.
Nunca antes se había visto la insolidaridad gubernamental, como primer acto reflejo, como vimos ahora.
A nivel de estupidez, por excluir AMLO la ayuda social que es, -siempre ha sido-, la más relevante o trascendente respuesta, en los primeros momentos de la tragedia. La población costera no recibió los primeros días agua, alimentos, cobijo, medicinas en la emergencia que vivieron.
Absurdos han sido los datos que difunde el gobierno federal de apoyo a damnificados, por absolutamente insuficientes para el número de afectados. En el pasado, desde el día siguiente se aseguró agua, alimentos y cobijo: los servicios que garantizan supervivencia, restauran condiciones normales de vida y recuperan las infraestructuras y servicios públicos dañados.
“Prever, auxiliar y recuperar” son verbos vitales a conjugar y harto complicado.
Después del sismo de 1985, que dañó gravemente a la Ciudad de México, se creó el Sistema Nacional de Protección Civil “para mejorar condiciones de seguridad, preservar vidas y bienes materiales, integrando a gobierno y gobernados con medidas de autoprotección para convivir y superar los riesgos”. Incluyó organizaciones civiles, bomberos, entre muchos otros. “El esfuerzo siempre ha sido natural y solidario involucrando a todos”.
Pero en el 2021, AMLO extinguió el Fondo para Desastres Nacionales (Fonden), redujo recursos y operatividad en tareas de recuperación. Hoy llegó tarde el auxilio del Plan DN-III-E. Y se emplean recursos públicos como privados, partidistamente. Y en el presupuesto del próximo año, los diputados de Morena y paleros del Verde no destinaron un solo peso a la reconstrucción de Acapulco y zona costera.
Otro principio del ser, y del deber ser, moral y jurídico, el de la subsidiariedad (reconocido expresamente en la Constitución de la Unión Europea como pilar), ha sido violado, una vez más, por el obradorato. El que hay, y debe haber, tanta sociedad como sea posible y sólo tanto gobierno como sea necesario (tanto hijo como sea posible, y sólo tanto padre como sea necesario), es principio que abiertamente AMLO repugna. Y ahora no tuvo reparo en pisotear y a los damnificados.
De entrada ¿dónde estuvo y está la autoridad para garantizar orden público y primeros auxilios? ¿Cómo ayudar la sociedad civil en el caos? ¿En la rapiña de militares y marinos?
Los costos de reconstrucción, en parte inmobiliaria, se calcula que serán de cinco mil millones de dólares (lo que costará, más-menos, la refinería obradorista, absurda). La reconstrucción total se calcula en 300 mil millones de pesos.
Aprendamos y vivamos la virtud de la solidaridad, no serlo sólo en coyunturas, ocasionalmente. Es la constante y permanente voluntad de inter-depender, unos y otros, para el bien común. Un hábito bueno que nos debe definir en todas las circunstancias.